El primero de mayo, en el teatro del Koubek Center, de Miami-Dade College (MDC) se celebraba el Día del Libro (había sido el 23 de abril, como lo estableció la UNESCO en 1995) con una lectura colectiva de autores que crean en castellano en el sur de Florida. En la víspera habían muerto Paul Auster y la poeta nicaragüense Rubí Arana, y en la antesala los asistentes los recordaban. Se mezclaban editores, gestores culturales, escritores, curiosos.
“Tenemos muchas ganas de juntarnos, físicamente, como si nos hubiera quedado un estrés postraumático de la pandemia”, comentó Mariela Gal, directora del Spanish Program de la Feria del Libro de Miami, que organizó el evento. “Volver a este encuentro hace a la dinámica cultural de la ciudad”. Aunque menos famosa que la movida turística, tecnológica o de artes visuales, la vida literaria local es rica, descendiente directa de la diversidad de emigrados que, de España a Argentina, del Caribe a los Andes, viven entre dos lenguas, y las transforman.