La noticia de que el hijo del presidente Joe Biden, Hunter, había llegado a un acuerdo para declararse culpable de dos cargos de evasión de impuestos y evitar uno por posesión ilegal de armas, sacudió la política estadounidense justo una semana después de que Donald Trump se convirtiera en el primer expresidente del país en ser acusado penalmente al dejar su cargo.
Aunque se trata de dos casos muy distintos, tienen en común el potencial impacto sobre la dinámica política de cara a la campaña para las presidenciales de 2024.
El de Trump porque puede afectar sus aspiraciones a lograr la nominación republicana (aunque hasta ahora sus rivales no han explotado esa línea de ataques y se han solidarizado con el exmandatario). De lograr la candidatura, es previsible que sea el caballo de batalla de los demócratas para demostrar que no es digno de volver a ejercer el cargo.
El de Hunter Biden porque puede ser usado contra el actual presidente, quien también espera mantenerse en la Casa Blanca otros cuatro años. Aunque el caso que negoció con el Departamento de Justicia no es el más cargado políticamente y los pecados del hijo no son necesariamente imputables al padre (no se ha encontrado vínculo alguno), servirá para que muchos conservadores pinten como una mafia corrupta a los demócratas y, en especial, a la familia del mandatario.